Oh,
dolor del hombre…
Miras
al mundo, a tu entorno, las cosas cotidianas,
a
la rutina de la vida, tus ocupaciones y deberes
con
tus hijos, tu familia, el trabajo y el Estado.
Oh,
desgracia humana…
Te
complaces con tus penas, tus andanzas y mentiras,
tus
creencias, los falsos placeres por las cosas y los lujos,
tu
dispendio de energía por ir del gozo a la quimera.
Oh,
hermosura externa…
Aún
te olvidas de los frutos, de las flores,
de
las aguas, de la tierra que te nutre,
de
los cielos, las estrellas, del sol y de la luna.
Oh,
llamado interno…
Te
busco afuera y no te veo, no te encuentro,
oculto
a la mirada, no sé dónde y te traigo a cuestas,
una
corazonada me anuncia tu llegada, tu presencia.
Oh,
presagio hermano…
No
te busco hasta entrar en desventura,
la
angustia y la tormenta me persiguen,
entonces
sé que existes, extraña luminaria.
Oh,
postergación absurda…
En
lugar de estar atento, cuidarte siempre,
guardar
tus cualidades, mirar tus atenciones,
volverse
candelero propio y para el otro… Nada.
06-07/diciembre/2010.